Con frecuencia acontecía que al pasar de camino de San Roque a
Comenzaban por la dificultad y
trabajo de tener que buscar el importe del alquiler de un carro, mendigando ya
en el punto de La Línea ,
o tal vez en San Roque, haciéndose por consiguiente precisa la detención del
cadáver, pero no la de la putrefacción. Vencida la gran dificultad del importe
del carro, no pudiendo costear el viaje a un cortejo, por pequeño que fuera,
entregaban el cadáver humildemente amortajado a la voluntad del carretero.
En el largo tránsito, la gravedad
de acto tan fúnebre se convertía a veces en mofa y títeres, no siendo extraño
que el conductor entrara a solazarse en los ventorrillos, deteniendo el espectáculo
a la puerta. Los muchísimos extranjeros que frecuentan este camino presenciaban
tan lamentable escena. Uno de los casos fue cuando en el punto de La Línea , falleció Nicolasa
Grandiere, pobre. Sus dos hijos, entre apuros y lágrimas, recogieron de limosna en esta el importe del alquiler del carro, y entregaron el cadáver al carretero,
quien, con tres chiquillos que le acompañaban, efectuó la travesía al tenor
citado entre nacionales y extranjeros, con vergüenza y dolor de aquellos, y con
sorpresa y sentimiento de estos.